Artículo de ARANTXA CARA para el Diario de Sevilla
Noviembre 2018
Nació en 1962 en una familia muy emprendedora. En Argentina montó un negocio de cría de lombrices para la producción de humus de lombriz, un abono ecológico que empezó a comercializar en España. Sus proyectos le han permitido recorrer el planeta. Reside entre Jerez, Tarifa y el resto del mundo. Le motiva dejar las comodidades del hogar e ir a lugares remotos, aventuras extremas. Se reconoce «culo inquieto» y dice que si fuera millonaria «me dedicaría a concienciar sobre el daño medioambiental, porque así, nada quedará para nuestros niños en 50 años».
P. Usted es aventurera desde niña.
R. Nací en Chicago, aunque mis padres eran ingleses. Mi padre era granjero, teníamos terrenos en EEUU y decidió venir a España en 1965 para diversificar el negocio. Compramos una finca cerca de Puerto Real, con Álvaro Domecq, aunque vivimos varios años en Los Alburejos. Ahí empezó mi historia de España. Mis padres viajaban mucho. Estuve en un colegio en EEUU hasta los 10 años, en un pueblo en el que sólo crecía maíz y soja, y luego nos mandaron a mis hermanas y a mí al norte de Escocia, a un internado.
P. Sería muy duro para vosotras.
R. Al principio sí. Mi madre ya estuvo viviendo sola en Canadá durante la guerra y mi padre también estuvo en un internado en Inglaterra, así que era casi normal. Ellos querían que fuéramos bastante independientes. Yo odiaba el colegio en Inglaterra y con 15 años decidí que quería estudiar Francés y estuve en París en un colegio. Pero mi pasión eran los caballos e iba a concursos, incluso en Jerez. Empezamos a criarlos en Puerto Real. En EEUU estudié Antropología, aunque no me apasionaba. Me marché a Argentina, donde teníamos una lechería, aunque mi idea siempre era viajar.
P. ¿Su vida deportiva comenzó con los caballos?
R. Ya mis padres de pequeñitos nos llevaban a esquiar muy a menudo. Luego vino la hípica, empecé a correr triatlones, hice me primera excursión de esquí de travesía por los Andes, windsurf…, y cada vez me iba picando más por las aventuras. Bueno, también he hecho mucha moto, enduro, en Marruecos, pero tengo muchas lesiones y cirugías de rodilla. Vendí la moto porque era demasiado peligroso. Con mis hijos siempre buscábamos lugares poco turísticos y allí nos pasábamos un mes para conocer la cultura.
P. ¿Cómo llegó a la fotografía?
R. Mi prima trabajaba como fotógrafa de guerra para Associated Press. Viajaba mucho con ella y hacía mis fotografías y nos fuimos dos meses por Sudamérica. Empecé a hacer reportajes para varias revistas, me especialicé en vídeo también. Mi hermano (que ahora es granjero) era navegante profesional y su jefe era el famoso aventurero Steve Fossett, conocido por muchos récords del mundo. Un día me propuso grabar una regata desde Miami a Nueva York, aunque nunca se llevó a cabo. Pero ya me estaba gustando cada vez más lo de filmar y fotografiar.
P. Ha impartido hasta talleres en Uganda para ONG.
R. Sí, los hice durante 10 años. De lo que me salió más trabajo. Hice muchos vídeos, fotografías… Era algo primordial para mí.
P. Y es piloto…
R. Sí (ríe), también. Hice un curso de piloto privado porque había estado en Alaska viajando en avioneta y me gustó.
P. ¿Cómo ha unido la fotografía y la aventura?
R. La crisis se llevó casi todo el trabajo fotográfico. Trabajaba para una guía de viajes y me mandaban a todos lados. La compró Google, con quien estuve dos años horribles, las fotos ya no eran mías, sin copyright, mucho trabajo, poco dinero… Así que publiqué un libro sobre los caballos en Andalucía. Siempre quise hacer uno de juegos ecuestres en todo el mundo, y de los que más me llamaban la atención eran los de Mongolia. Hace cinco años fui como fotógrafa con mi compañero, que es escalador profesional, y decidimos que teníamos que hacer algo allí porque es un lugar espectacular. Como el esquí no iba a tener mucho éxito por el frío, pensamos en las bicicletas y hemos creado Round Square Adventures, empresas de viajes organizados en fat bikes por el oeste de Mongolia. Quiero hacer una exposición pronto en Jerez de mis viajes, pero está en manos del galerista Juan Carlos Sánchez de Lamadrid.
P. Quien lo contrate deberá tener condiciones físicas.
R. No, vamos a un ritmo calmado y la bicicleta es más una forma de transporte. Está al alcance de cualquier persona que tenga espíritu aventurero. Ni hay que ser superman ni joven, sólo hay que cambiar el chip, olvidar el móvil, uno está casi aislado. Acampar allí es un sueño. No tiene precio.
P. Seguro que tiene más aventuras a la vista.
R. Ha surgido la oportunidad de ir a la Antártida con un barco pequeño, una aventura por los glaciares en bicicleta y kayac; queremos atravesar el Lago Baikal a finales de febrero y haremos viajes de reconocimiento a Mongolia para ofrecer nuevas aventuras, como vivir con los nómadas. También me gustaría ir en avionetas de los años 20, con una amiga, desde Xian, siguiendo La Ruta de la Seda hasta Estambul en 2020.
P. ¿Qué ha aprendido a lo largo de su carrera?
R. A conocer y entender otras culturas. El mundo es pequeño, con muchas formas de pensar y hacer las cosas. Muchas veces nos quedamos sólo con nuestra propia visión.
P. ¿De qué tiene miedo?
R. No me da miedo nada, bueno sí, por mi edad, de no aprovechar todo el tiempo posible.